"Llamas de desigualdad"
En aulas donde el sol se posa, inclemente y ardiente,
como hornos que calcinan sueños, devorando el futuro.
Paredes que susurran desesperanza, en un eco mudo,
donde la educación languidece, desigual e impotente.
Profesores, héroes en trincheras, luchan sin descanso,
en salones rayos, contra un sistema que les olvida.
Sin recursos, sin voz, enfrentan la jornada extenuante,
en cada pupitre, una historia de lucha y resistencia.
La tecnología, un lujo inalcanzable, una cruel ausencia,
en el vasto desierto de la ignorancia rampante.
El Plan de Alimentación Escolar, un espejismo cruel,
nutriendo cuerpos y almas con promesas vacías.
La tiza se desvanece, como las ilusiones que se deshilachan,
en este laberinto de desigualdades, un abismo sin fin.
Maestros, faros en la tormenta, enfrentando el desatino,
con una valentía que el mundo apenas atisba y escatima.
En cada aula, un grito silencioso, una batalla por el sable,
contra la corriente de un olvido que todo lo arrastra.
Entre libros desgastados, se tejen sueños de grandeza,
en los rostros de niños, la esperanza aún danza inquieta.
La educación, un campo de batalla, en corazones inquietos,
donde cada lección es un acto de rebeldía, una promesa.
En estas aulas, el conocimiento es un acto de resistencia,
desafiando cada día, el peso de la desesperanza.
Las paredes gritan historias de abandono y desdén,
en cada grieta, un relato de desafíos y penurias.
Maestros, con sus voces agrietadas, forjan futuros,
a pesar del viento helado de la indiferencia que penetra.
En este escenario de lucha, cada día es una victoria,
sobre un sistema que margina, que olvida, que despoja.
En la penumbra de las aulas, se enciende una luz tenaz,
la voluntad indomable de quienes no se rinden jamás.
Maestros, centinelas de un conocimiento que no se apaga,
enfrentan el olvido con una determinación que nunca flaquea.
En cada palabra, un acto de guerra contra la ignorancia,
en cada lección, una semilla de cambio, de esperanza.
El eco de la desigualdad retumba en estas paredes,
pero más fuerte aún es el eco de la perseverancia.
En cada rostro marcado por el sol, una historia de resistencia,
en cada mirada, un desafío a la adversidad, que no cede.
Aquí, en estas aulas olvidadas, se forjan los verdaderos héroes,
en una lucha silenciosa, pero feroz, contra la indiferencia.
Y así, en este crisol de desafíos, se moldea el mañana,
con la tenacidad de quienes no conocen la derrota.
En cada pupitre, un guerrero, en cada pizarra, un campo de batalla,
donde la educación se gana, se lucha, se conquista, se nota.
En cada aula, una historia de coraje, de lucha incansable,
un himno de resistencia, en un mundo que a menudo es implacable.
En este teatro de sombras, la educación es un faro,
una luz que no se extingue, a pesar de las tormentas.
Maestros, arquitectos de futuros, constructores de sueños,
enfrentan cada día con una fuerza que se reinventa.
Aquí, en estas aulas ardientes, se libra una guerra silenciosa,
contra un enemigo implacable, la desigualdad atroz y odiosa.
En cada línea escrita, una protesta, un grito de guerra,
contra un sistema que asfixia, que reprime, que no escucha.
En estas aulas, cada lección es un acto de desafío,
contra una realidad que oprime, que margina, que aplasta.
Aquí, en el corazón de la lucha, cada día se escribe una historia,
de valor, de resistencia, de una esperanza que no se borra.
Así, en el fragor de esta lucha, resuena una promesa,
de un mañana donde la educación no sea un lujo, sino un derecho.
En estas aulas, el calor no solo quema, también forja,
forja almas fuertes, mentes claras, corazones despiertos.
En cada rincón de este campo de batalla, se alza un grito,
un grito por la igualdad, la justicia, un futuro escrito.
C.C.
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