Intrépidos
Dioses y Desdenes Mortales
Oh audaces que osáis en súplica inclinaros,
Por mi alma errante y solitaria rezáis,
Mas ignoráis este orgullo que en mí arde,
No necesito de vuestras manos levantadas,
Mi ser se basta en su propio universo,
Alejad vuestras plegarias, son vanas en mi cielo.
Atrevidos,
en vuestra fe ciega confiáis,
Más, ¿qué sabéis de mis dioses o de mis desdichas?
Yo, solitario guerrero en mi propio sendero,
No busco santos ni mártires que guían mi barca,
Navego solo en mares de desafío y desprecio,
Vuestras oraciones, a otros oídos dirigidos sean.
¿Quiénes
sois vosotros, ángeles de falsa esperanza?
Para hablar de salvación como si fuese vuestra a dar,
Mi espíritu se alza, inquebrantable y fiero,
No necesita de vuestros susurros al viento,
Yo, forjador de mi destino, no me rindo ante lo divino,
Vuestros dioses, ajenos, impotentes ante mi desafío.
Vestís
vuestra fe con ropajes de nobleza,
Pero en vuestra preocupación, solo veo arrogancia,
A vuestras divinidades, ¿qué les importa mi rebeldía?
Si ellos reinan en cielos altos, que allí se reinan,
Mi alma no se doblega, ni en súplica ni en ruego,
Buscad otro corazón, el mío es libre y no se entrega.
Decís
que vuestra fe tiene poder, tiene gracia,
pero yo me río de tales promesas vacías,
Vuestro dios, ¿es acaso más fuerte que mis temores?
No hay oración que cure este horror profundo,
Mi historia, escrita en páginas de desconfianza y furia,
No será redimida por cantos ni por figuras santas.
En
vuestras iglesias, arrodillados, buscáis consuelo,
Más yo encuentro mi fuerza en la soledad y el silencio,
¿Creéis que vuestras palabras al cielo cambiarán mi suerte?
Son como hojas llevadas por vientos de inutilidad,
Yo, inmune a tu piedad, me burlo de tu devoción,
En mi mundo, yo soy el dios, el juez, el eterno cuestionador.
Habláis
de amor, de salvación, de un eterno más allá,
Pero vuestros cuentos a mí no me seducen, ni me atrapan,
Soy un alma que en la oscuridad encontró su luz,
No necesito guías ni profetas que me hablen de redención,
Vuestra bondad. , a mis ojos, no es más que hipocresía,
¿No veis? Mi verdad es mía, inmutable, feroz, solitaria.
Os
jactáis de vuestra conexión con lo divino,
Mas yo me pregunto, ¿no es acaso una ilusión?
Vuestras oraciones, ¿no son acaso ecos en la nada?
Yo elijo enfrentar este mundo en su cruda realidad,
No me escondo tras mitos ni esperanzas infundadas,
Mi corazón es un templo cerrado a vuestra falsa caridad.
Decís
que tus dioses son amor, son vida,
pero en mi mundo, solo reina la lucha y la supervivencia,
¿Qué pueden ofrecerme ellos que yo no me haya dado?
Mi fe es en mí mismo, en mi fuerza, en mi poder,
Vuestros santos y milagros, a mí, no me hacen temblar,
Soy dueño de mi destino, mi espíritu no será encadenado.
¿Con
qué derecho osáis hablar de mi salvación?
Como si fueseis portadores de una verdad suprema,
Mi alma no está perdida, simplemente camina sola,
No necesita de vuestro dios ni de vuestras oraciones,
Soy un ser completo, íntegro, desafío en mi soledad,
Vuestra fe, guardadla, mi espíritu en otra senda mora.
Mirad
cómo os postráis, débiles ante vuestro altar,
Buscando en otros la fuerza que en vosotros no está,
Yo no me inclino, no me humillo, no busco clemencia,
Mi camino es de fuego, de tempestad, de puro desafío,
Vuestras palabras, llenas de temor y de esperanza,
Son susurros inútiles en el vendaval de mi desprecio.
Vuestra
piedad, a mí, me resulta ofensiva,
Un insulto a mi ser, a mi esencia, a mi lucha,
No soy un alma que clama por ser salvada,
Soy un guerrero en un campo de batalla sin fin,
Vuestras oraciones son cadenas que rechazo,
Mi libertad, mi honor, en mi soberbia radica.
Vuestra
fe, un faro para almas perdidas,
Pero mi alma no busca luz en la oscuridad ajena,
Soy mi propio sol, mi propia estrella, mi guía,
No necesito de dioses, ni de santos, ni de intercesores,
En mi universo, yo. Soy el único soberano,
Vuestra devoción, dejadla para los que temen, los que dudan.
Habláis
de un amor divino, incomprensible, eterno,
Pero yo solo veo un abismo entre vuestras creencias y mi realidad,
Vuestro amor, ¿puede acaso llenar el vacío de mi existencia?
Yo me forjo en la soledad, en el desafío, en la rebeldía,
No necesito de un amor que no entiendo, que no siento,
Mi amor propio es mi credo, mi único mandamiento.
Vuestras
palabras son como el viento que sopla y se desvanece,
No tienen peso, no tienen eco en el universo que habito,
Vuestra fe es un río que fluye hacia un mar desconocido,
Pero yo no me sumerjo en sus aguas, no busco su corriente,
Soy una isla, firme, inamovible en mi convicción,
Vuestras oraciones, dejadlas para los que en ellas encuentran sentido.
Vuestros
dioses, ¿son realmente omnipotentes, omniscientes?
Si así fuese, ¿por qué requiere de su voz para actuar?
Yo no necesito intermediarios para hablar con mí ser,
Mi diálogo es interno, profundo, honesto, inquebrantable,
No busco respuestas en el cielo, las encuentro en mi interior,
Vuestra fe, un eco lejano, en mi mundo no resuena.
Vuestra
preocupación por mi alma, ¿no es acaso arrogante?
Creer que sin tu guía, sin tu luz, me perderé,
Yo me conozco, me entiendo, me acepto en mi totalidad,
No necesito salvadores, ni mártires, ni santos intercesores,
Mi camino lo elijo yo, en cada paso, en cada decisión. ,
Vuestra preocupación, guardadla para quien la necesite.
Vuestros
rezos, ¿son acaso más que palabras al aire?
¿Creéis que pueden cambiar el curso de mi destino?
Yo soy dueño de mi rumbo, capitán de mi navío,
No necesito de vuestras velas para encontrar mi dirección,
Mi travesía es solitaria, desafiante, auténtica,
Vuestras plegarias, dejadlas para quien en ellas creen.
¿Qué
sabéis vosotros de mis dioses, de mis creencias?
Os atrevéis a juzgar, a ofrecer vuestra intercesión,
Pero mi fe es mía, personal, intransferible,
No es un juego de poderes, de dioses contra dioses,
Es mi esencia, mi ser, mi inquebrantable voluntad,
Vuestra intercesión, innecesaria, indeseada, rechazada.
Mi
horror, más viejo que mi memoria, más profundo que tu comprensión,
No es algo que tus oraciones puedan aliviar o comprender,
Es parte de mí, de mi historia, de mi ser,
Un desafío constante, una batalla interna,
No es algo que pueda ser salvado, ni redimido,
Es mi carga, mi cruz, mi única verdad.
Así que guardad vuestras oraciones, vuestras
preocupaciones,
No son necesarios, no son requeridos, no son bienvenidas,
Yo sigo mi camino, indiferente a vuestras súplicas,
Un camino de fuerza, de lucha, de inquebrantable determinación,
Mis dioses, si es que existen. , son tan míos como vuestra fe es vuestra,
Dejadme ser, en mi desdén, en mi desafío, en mi absoluta libertad.
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