"En el Cenit
del Desdén"
En
las profundidades del desprecio, donde yacen los malparidos,
se entretejen melodías de sarcasmo, lamentos hilados en hilo negro.
Vagan sin rumbo, almas perdidas en un universo sin estrellas,
donde el sol no alumbra y la esperanza es solo un eco distante.
Caminan
por calles de desilusión, con pasos que no dejan huella,
en un mundo que gira indiferente a sus susurros y gritos.
Se arrastran, espectros de la desventura, en un teatro sin público,
donde cada acto es una tragedia y cada aplauso, una ironía.
Son
los hijos del nihilismo, engendrados en la cuna del vacío,
donde la risa es un susurro ahogado y el llanto, un río seco.
Se mofan del destino, bufones en un reino de cenizas,
donde cada corona es de espinas y cada trono, una tumba.
Sus
palabras, dagas de hielo en un banquete de desdén,
cortan el aire con la precisión de un reloj sin manecillas.
Hablan en versos de cinismo, poetas de un mundo en ruinas,
donde cada rima es un epitafio y cada estrofa, un lamento.
En
su mirada, el abismo se refleja, ojos vacíos como noches sin luna,
contemplan un horizonte donde el amanecer es solo una quimera.
Se burlan de la felicidad, fantasmas en un carnaval de sombras,
donde la música es el silencio y el baile, una marcha fúnebre.
Así
viven, los malparidos, en su reino de desesperanza,
donde cada paso es un eco en un corredor sin fin.
En su mundo sin color, donde el amor es solo una palabra,
bailan al son de una melodía que solo ellos pueden oír.
En el cenit del desdén, reyes y reinas de la nada,
se coronan con laureles de ironía y sarcasmo.
En su danza macabra, ríen y lloran, almas perdidas,
en un vals eterno, bajo un cielo sin estrellas.
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