Vichada, Tierra Vendida
En las selvas de Vichada, donde el río susurra traición,
se pudre la esperanza, se ahoga la razón.
Bajo cielos que gritan justicia sofocada,
los buitres se alimentan, se relamen, carcajean.
Corrupto, malnacido, bastardo del poder,
tus bolsillos rebosan mientras el pueblo va a perecer.
¿De qué están hechas tus venas? ¿De oro o de mierda?
Porque tu alma apesta, como la podredumbre que siembras.
Vichada no es tuya, no es tu puto banquete,
no es tu ramera, tu dócil juguete.
Es tierra de guerreros, de hombres de verdad,
pero tú, vil roedor, la vendes sin piedad.
Te escudas en promesas, en palabras huecas y torcidas,
pero todos sabemos, perro, que tus palabras están podridas.
El río te verá caer, con tu risa asquerosa,
y los niños te maldecirán, en esta tierra grandiosa.
Tus mentiras son balas, que disparas sin vergüenza,
pero recuerda, maldito, que hay un fin para tu danza.
El pueblo se levantará, con furia en los ojos,
y en el barro te hundirán, junto a todos tus enojos.
Vichada es sangre, es sudor, es historia viva,
no es para que la violes con tu avaricia furtiva.
Así que sigue comiendo, llenando tu barriga,
que el día llegará, y pagarás, malparido, tu osadía.
¡Maldito seas! Que en Vichada no haya olvido,
que la memoria sea el arma, y la justicia el ruido.
Que el eco de tus crímenes retumbe en cada esquina,
y que el río, al fin, se lleve tu vida mezquina.
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