8/20/20

Scheler Max



Lo emocional como fundamento de la ética.  Es, quizá, la colección más abierta que existe en cuestiones de ética, aunque se ha ocupado también de antropología, estética, ontología, teoría del conocimiento e historia de la filosofía. El primer título que se publicó en la colección fue la gran Historia de la filosofía y de la ciencia en tres volúmenes de Ludovico Geymonat. A este le han seguido obras de A. J. Ayer, A. MacIntyre, Ernst Tugendhat, Antoni Domenech, Anna Estany, Agnes Heller, F. Fernández Buey, Carlos Paris, Emilio Lledo, Manuel Sacristán, John Rawls o Ludwig Wittgenstein. Victoria Camps ha dirigido, además, una gran Historia de la ética, en tres volúmenes, en la que han colaborado los mejores especialistas españoles. Scheler pone su método al servicio de la ética proponiendo un enfoque complementario del racionalismo kantiano, que quiere dar mayor relieve a los sentimientos y superar la absurda separación entre la razón y la sensibilidad.
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Visto en forma general, valen aquí tres axiomas que la teoría pragmática no ha tenido en cuenta:

1. La correlación paralela no se refiere al saber y al accionar como tales, sino a los contenidos especiales respectivos y a los objetos de ese posible saber y accionar, presuponiendo de hecho su existencia y la correspondiente organización interna. Ello significa que aquélla selecciona de entre todos los objetos posibles del sujeto precisamente `los` objetos condicionados por el ser-así. Sólo se refiere a la relación `esto o aquello`, dejando de lado tanto el contenido puro de saber como el saber mismo.
2. Entre el saber y el accionar existe un paralelismo verdadero, o sea una relación recíproca reversible entre ambos, con las limitaciones expresadas más arriba. No existe en cambio una relación no reversible unilateral, o sea de modo tal que la `resistencia` práctica condicione al `objeto` teórico o viceversa.
3. Pero la base común e idéntica de ese paralelismo entre los contenidos del saber y acción es la valoración y la estima (o el odio) hacia los objetos y hacia las funciones de atención e interés voluntarias e involuntarias gobernadas por esos actos. Pero la mera valoración como tal no constituye en absoluto una `conducta práctica`, y en su `accionar` no existe nada comparable a una actividad consciente y volitiva. (Extraído del texto).
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En este ensayo se ponen bien a prueba las posibilidades y límites del método fenomenológico en el campo de la metafísica. Como es sabido, una de las fundamentales reglas de este método es la de no aceptar como base legítima de una teoría otra que la que ofrece la experiencia, entendiendo esta última de manera a la vez muy estricta y muy amplia. Como base de una teoría de la muerte, la experiencia exigida no podrá ser, ciertamente, la de la muerte misma del que teoriza, sino la que éste tiene mientras vive `contando con su muerte` por mucho que esta experiencia se encuentre siempre un tanto reprimida natural o culturalmente. Y ella es la que suscita en la mente del hombre la insoslayable y ardua pregunta metafísica por su supervivencia.
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Max Scheler fue sin duda uno de los pensadores más sobresalientes de la Europa del primer tercio del siglo XX. A su muerte dijo Heidegger de él que era «la potencia filosófica más fuerte en la Alemania de hoy, no, en la Europa actual e incluso en la filosofía del presente en general?». Es muy difícil pensar en gran parte de la Ética, de la Psicología o de la Antropología del siglo XX sin el influjo de Scheler, también en Sociología, en Filosofía de la religión, y hasta en Teología moral las aportaciones de este autor fueron decisivas.
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Primera traducción completa al castellano de una obra cumbre de la filosofía de la religión del siglo XX. Max Scheler, un genio de «estilo deslumbrante y seductor» que «habla de cuestiones vitales inmediatas que a todo el mundo tocan personalmente y especialmente entusiasman a los jóvenes», en palabras de Edith Stein, y sin duda una de las personalidades más influyentes de la filosofía contemporánea, reflexiona en esta gran obra acerca de la experiencia religiosa, mostrando la esencia de Dios como un Ser personal.
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Las consideraciones siguientes persiguen un fin limitado. Quieren poner de manifiesto la unidad de una sociología del saber como una parte de la sociología cultural y ante todo desplegar sistemáticamente los problemas de tal ciencia. No pretenden resolver definitivamente ninguno de estos problemas, pero sí quieren discutir a fondo las direcciones y los caminos por donde le parece al autor que se encuentran sus soluciones. Tratan de introducir una unidad sistemática en una rapsodia, en un conjunto desordenado de problemas efectivos, en parte ya plenamente atacados por la ciencia, pero en parte sólo abordados a medias o sólo sospechados, como son los problemas que plantea el fundamental hecho de la naturaleza social de todo saber, de toda conservación y transmisión de un saber, de toda ampliación y promoción metódica del saber.
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El método de análisis de Scheler prosigue los trabajos de Edmund Husserl. Puede verse cómo sus descripciones de la simpatía, del amor y el odio, y del yo ajeno, son optimistas y conducirán a una vuelta a sentimientos y virtudes de esencia cristiana. El mérito de Scheler está en redescubrirlas en la descripción fenomenológica de la experiencia cotidiana.
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En `El puesto del hombre en el cosmos`, Max Scheler hace un análisis antropológico detallado de las características propias del hombre para descubrir su lugar en el cosmos. Una de esas características propias del hombre es el espíritu, pero no sólo el espíritu como tal, sino como un espíritu de acción que acompaña al hombre en las diversas actividades relacionadas con la libertad y la voluntad, pero, sobre todo, toma al espíritu como dirigente del proceso de conocimiento. La ideación es -la acción de comprender las formas esenciales de la estructura del universo, sobre cada ejemplo de la correspondiente región de esencias, prescindiendo del número de observaciones que hagamos y de las inferencias inductivas. El saber que logramos de este modo es válido, con generalidad infinita para todas las cosas posibles-, dicha ideación es una actividad del espíritu en la que se adquieren conocimientos válidos que rebasan todos los límites de la experiencia sensible. Dicho conocimiento es el fin último de la metafísica filosófica.
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De la Presentación: La Dirección de la Escuela de Altos Estudios, que bajo el amparo y guía de los manes de Lessing ha tomado en los últimos años un vuelo tan notorio, me ha requerido para que en esta solemnidad, y dentro de límites de tiempo muy tasados, diga algunas palabras sobre -el Saber y la Cultura-. Hace poco he tratado detenidamente, con aparato filosófico y científico, en dos extensas obras (La Universidad y la Escuela Popular de Enseñanzas Superiores y Ensayos para una Sociología del saber) las cuestiones indicadas, y al término de la primera concluía reclamando un nuevo tipo de instituto superior de cultura nacional y libre, para personas que hayan rebasado ya la edad estudiantil y ejerzan profesiones estables.
Tamaño: 355 Kb, Sociales, Educación   



El filósofo social y religioso Max Scheler, influenciado por la fenomenología de Edmund Husserl, en el libro La idea del hombre y la historia infiere que no hay problema filosófico más peculiar que el problema de elaborar una antropología filosófica. Por tal, Scheler entiende...   ?ciencia fundamental de la esencia y de la estructura esencial del hombre, de su relación con los reinos de la naturaleza (inorgánico, vegetal, animal) y con el fundamento de todas las cosas, de su origen metafísico y de su comienzo físico, psíquico y espiritual en el mundo, de las fuerzas y poderes que mueven al hombre y que el hombre mueve, de las direcciones y leyes fundamentales de su evolución biológica, psíquica, histórico-espiritual y social, y tanto de sus posibilidades esenciales como de sus realidades. En dicha ciencia hállense contenidos el problema psicofísico del cuerpo y el alma, así como el problema noético-vital?[1].   A lo largo de tantos siglos de la historia consagrados al estudio del problema del hombre, éste llega a tal punto que el hombre mismo ya no sabe lo que es y se limita a saber que no lo sabe. Argumenta Scheler que para poder tener opiniones aceptables sobre el hombre nos queda el camino inevitable, hacer tabula rasa de todas las tradiciones referentes al problema y dirigir la mirada hacia el hombre con la máxima objetividad y admiración. Sin embargo es imposible hacer tabula rasa, de modo que lo único que en realidad podemos hacer es estudiar con exactitud todas las ideas sobre el hombre en su origen, y de esa manera poder superarlas.
Tamaño: 178 Kb, Sociales, Educación  


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