Todo ser
humano es el resultado de un padre y de una madre. Se puede no reconocerlos,
no quererlos, se puede dudar de ellos. Pero están allí, con su cara, sus
actitudes, sus modales y sus manías, sus ilusiones, sus esperanzas, la forma
de sus manos y de los dedos del pie, el color de sus ojos y de su pelo, su
manera de hablar, sus pensamientos, probablemente la edad de su muerte, todo
esto ha pasado a nosotros.
|
|
Laila, una
niña marroquí, es raptada de su aldea en las montañas y vendida a los seis
años a Lalla Asma, una anciana que la instruye y que se convierte en su
abuela. Cuando, ocho años después, muere Lalla Asma, Laia huye y se refugia
en un fondac, en realidad una casa de «princesas» que hacen las delicias de
los hombres. Pero hasta allí, con fines dudosos, la persigue el hijo de Lalla
Asma. Laila, atemorizada como un pececillo dorado, sólo piensa en alejarse de
esos hombres que la tratan con un sospechoso afecto. Tras esconderse unos
meses en un barrio paupérrimo, se marcha a París ilegalmente con Huriya, una
de las «princesas» del fondac. La gran metrópoli la fascina, aunque la
condena a la más absoluta marginalidad. Rodeada de los personajes más
variopintos, encuentra en la literatura su tabla de salvación, pero, sólo
tras un azaroso periplo, será la música la que la devolverá a sus raíces.
|
|
Corre el
año 1872 cuando en una taberna parisiense irrumpe desafiante el poeta Arthur
Rimbaud y amenaza a la clientela. Diecinueve años después, Jacques Archambau,
un joven médico que de niño asistió atónito a la tormentosa escena y que
ignora cuán ligado se halla su destino al del célebre poeta, embarca en el
Ava con su esposa Suzanne y su hermano Léon rumbo a la isla Mauricio, su
tierra natal. Allí les espera el gran clan familiar que antaño expulsara al
padre de Jacques y Léon. Sin embargo, tras declararse dos casos de cólera en
el barco, los pasajeros -un puñado de europeos y multitud de indios
contratados para la recolección de la caña de azúcar- se ven obligados a
desembarcar en la isla Plate, frente a Mauricio, para pasar la cuarentena.
|
|
En medio
de la bulliciosa y, al mismo tiempo, mediocre cotidianidad, tal vez sólo los
niños sean capaces de apreciar la belleza del universo. Desde esa mirada
inocente e infantil, Le Clézio relata ocho historias llenas de sensibilidad y
melancolía sobre la búsqueda de la verdadera libertad, en las que los
protagonistas, enfrentándose a la alienación agresiva de la civilización
contemporánea y del mundo adulto, parten a la aventura para alcanzar sus
sueños. Así, Mondo, un niño-poeta, bohemio y huérfano, pasea por la orilla
del mar o por las calles atestadas, rodeado de amigos y seres marginales
capaces de comprenderle, de enseñarle cosas nuevas: sus ojos asombrados
embellecen la percepción que los demás tienen de la realidad. Y como él,
Lullaby, la niña que una mañana decide no volver al colegio para disfrutar
del mar, Jon, que escala el Reydarbarmur, la montaña del dios viviente desde
la que pueden tocarse las nubes, o Pequeña Cruz, que mira el cielo mientras
se pregunta qué es el azul.
|
|
En marzo
de 1948, Fintan Allen, que apenas tiene doce años, sube temeroso con su
madre, la italiana Maou, a bordo de un buque que zarpa de Francia con destino
a Onitsha, a orillas del río Níger. Allí les espera Geoffroy Allen, un inglés
que trabaja para la compañía comercial United África y que partió a Onitsha
movido por sus fantasiosos deseos de recorrer Egipto y Sudán para buscar las
huellas de Meroe, el «último reino del Nilo». Mientras Maou cree que el
reencuentro con su marido será el comienzo de una época feliz, Fintan
desconfía de ese desconocido que es su padre y de lo que le aguarda en ese
remoto continente. Lo cierto es que África ha abrasado a Geoffroy «como un
secreto, como una fiebre», y que éste ha quedado cautivado por las creencias
y la historia de varios de sus antiquísimos pueblos. Y Maou y Fintan
descubren, cada uno a su manera, un mundo nuevo, poblado por personajes
singulares, como Okawho, Oya o Sabine Rodes. Ninguno de los tres, no
obstante, se siente a gusto entre los blancos que componen la colonia, lo que
les acarreará graves problemas. Veinte años después, Fintan, profesor en
Bristol, comprenderá que todo lo que vivió y vio en África lo marcó para
siempre.
|
11/17/19
Le Clezio J M G
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario