5/02/24

La Mujer en el Antiguo Testamento

 La Mujer en el Antiguo Testamento: Entre la Sumisión y la Subversión

Por: CC

El Antiguo Testamento, esa antología de historias, leyes y profecías, es una obra maestra de contradicciones, especialmente cuando se trata del papel de la mujer. Durante siglos, la narrativa bíblica ha sido utilizada como un bastión de justificación para el patriarcado, encasillando a las mujeres en roles de sumisión y obediencia. Sin embargo, no es tan sencillo como una mera aceptación pasiva de un rol subalterno. Las mujeres en el Antiguo Testamento son a menudo presentadas como figuras de gran influencia, subversión y poder, a pesar de estar en un mundo que constantemente trata de relegarlas a la sombra.

Primero, observamos el prisma de la maternidad y la esterilidad, donde la mujer es reducida a una máquina de hacer bebés. Sara, la esposa de Abraham, sufre años de infertilidad antes de que Dios decida finalmente bendecirla con un hijo. ¡Qué generoso! Pero antes de eso, en un acto de desesperación mezclada con manipulación, entrega a su esclava Agar a Abraham para que conciba un heredero en su lugar. El tratamiento de Agar, como una mera herramienta para cumplir el deseo de maternidad de Sara, es un reflejo sombrío de cómo las mujeres son instrumentalizadas. Sara la usa, y luego, cuando Agar se atreve a mostrar una pizca de orgullo, Sara la maltrata hasta que la pobre esclava huye al desierto. La intervención de Dios aquí es igualmente inquietante: un ángel consuela a Agar, sí, pero luego le dice que regresa y se someta a Sara. Es decir, vuelve a tu lugar de servidumbre, querida.

Entonces tenemos a Lea y Raquel, las esposas de Jacob. Lea, menos amada pero fértil, y Raquel, amada pero estéril, compiten en un macabro juego de reproducción. Jacob es un mero peón en esta competencia, mientras las dos hermanas usan sus esclavas, Bilha y Zilpa, como vientres de alquiler para ganar puntos en esta competencia de fertilidad. ¿Qué dice esto sobre el valor intrínseco de la mujer? Que su valía es meramente un reflejo de su capacidad para reproducirse, y si no puede hacerlo, puede simplemente usar a otra mujer para mantener su posición en la jerarquía familiar.

El Cantar de los Cantares, aunque aclamado por su poesía y erotismo, no escapa a la crítica mordaz. Es una oda a la belleza femenina, pero también una reafirmación del poder patriarcal. La mujer es el objeto del deseo, un jardín cerrado, una fuente sellada, poseída y alabada por su amante. Su valor reside en su belleza y su pureza, y el amor que se celebra es a menudo unidireccional y posesivo. La voz femenina, aunque presente, está encadenada a la percepción masculina de lo que significa ser deseable.

Las mujeres también son utilizadas como instrumentos de lecciones morales. La esposa de Lot, por ejemplo, se transforma en una columna de sal simplemente por voltear a mirar la destrucción de Sodoma. Su crimen: la curiosidad, la nostalgia por su hogar. Su destino es un recordatorio brutal de lo que les sucede a las mujeres que se atreven a desafiar las órdenes divinas, incluso de manera tan insignificante.

Y no podemos olvidar a Tamar, quien, después de ser violada por su medio hermano Amnón, está dejada en la desesperación y la deshonra. La justicia no llega a través de la ley ni de los hombres en el poder, sino a través de la venganza personal de su hermano Absalón. La historia de Tamar expone la falta de protección y justicia para las mujeres, relegándolas a ser víctimas de los caprichos masculinos sin un verdadero amparo legal o divino.

Sin embargo, no todas las historias de mujeres en el Antiguo Testamento son de sumisión y victimización. Algunas, a pesar del entorno opresivo, logran dejar una marca indeleble de poder y subversión. Tomemos el ejemplo de Débora, una profetisa y juez de Israel. Débora no solo lidera a su pueblo en tiempos de conflicto, sino que también da órdenes a Barac, el comandante militar, demostrando una autoridad que pocas mujeres, incluso en tiempos modernos, pueden reclamar. Su historia es una anomalía gloriosa que muestra que, incluso en una sociedad profundamente patriarcal, las mujeres pueden y deben asumir roles de liderazgo.

Jael, otra figura de notable subversión, utiliza los medios a su disposición para acabar con Sísara, el comandante enemigo. En un acto de ingenio y valentía, clava una estaca en la sien de Sísara mientras él duerme, asegurando así la victoria de Israel. Jael no es una guerrera en el campo de batalla, pero utiliza su astucia y la hospitalidad femenina esperada para realizar un acto de gran heroísmo. Su historia desafió las expectativas tradicionales y muestra que el poder femenino puede manifestarse de maneras inesperadas y efectivas.

Judith, aunque su historia pertenece a los libros deuterocanónicos y no al canon hebreo tradicional, es otro ejemplo de valentía femenina. Su ingenio y determinación al decapitar a Holofernes, el general enemigo, en un acto de audacia y seducción calculada, muestra una concepción de la mujer como protectora y salvadora de su pueblo. Judith utiliza su belleza y su inteligencia para desarmar a su enemigo, subvirtiendo las expectativas de género y demostrando que el poder femenino puede ser tan letal como el masculino.

Ester, por su parte, utiliza su posición de reina para interceder por su pueblo, arriesgando su vida para salvar a los judíos de un genocidio planificado. Su valentía y astucia en la corte persa, manipulando las circunstancias para exponer el complot de Amán, muestran que la influencia de una mujer en los círculos de poder puede ser decisiva y trascendental.

A pesar de estos ejemplos de heroísmo y liderazgo, la narrativa dominante en el Antiguo Testamento sigue siendo una de subordinación y marginación. Las leyes mosaicoas son especialmente duras con las mujeres. La poligamia, aunque permitida para los hombres, no ofrece el mismo derecho a las mujeres. La ley del levirato obliga a las viudas sin hijos a casarse con el hermano de su difunto esposo, reduciendo su autonomía y utilizando su cuerpo como medio para asegurar la continuidad del linaje masculino.

Las leyes sobre la pureza ritual, especialmente en Levítico, también imponen cargas adicionales sobre las mujeres. Durante la menstruación, una mujer es considerada impura y debe apartarse de la vida comunitaria. Después del parto, especialmente si ha dado a luz a una hija, el período de impureza es aún más largo. Estas leyes no solo segregan a las mujeres en momentos de vulnerabilidad, sino que también perpetúan la idea de que lo femenino es inherentemente impuro y necesita ser purificado.

El Nuevo Testamento trae algunas perspectivas diferentes, pero en muchos aspectos, hereda las actitudes patriarcales del Antiguo Testamento. Sin embargo, Jesús interactúa con mujeres de una manera que a menudo desafía las normas de su tiempo, mostrando compasión y respeto por ellas como individuos.

En última instancia, el papel de la mujer en el Antiguo Testamento es una mezcla de sumisión impuesta y resistencia subversiva. A pesar de las restricciones y las duras realidades, las mujeres encuentran maneras de influir, liderar y luchar por su dignidad y la de sus comunidades. La narrativa bíblica, por lo tanto, es tanto un testimonio de la opresión como un recordatorio de la resiliencia y el poder inherente de las mujeres.

En conclusión, las mujeres del Antiguo Testamento, a pesar de estar enmarcadas en un contexto cultural y religioso que a menudo las relega a roles subordinados, demuestran una capacidad inquebrantable para la resistencia, el liderazgo y el heroísmo. Sus historias nos recuerdan que el poder femenino, aunque a menudo subestimado y subyugado, es una fuerza formidable y esencial en la narrativa de la fe y la historia humana.

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