12/02/19

Gould Stephen Jay



Quien abra las páginas de este libro maravilloso sabrá, en primer lugar, por qué fue necesario que un ministro británico resultase herido en la nalga izquierda para que Darwin llegase a escribir El origen de las especies. Atrapado por esta fascinante historia, el lector irá disfrutando de otras muchas en las que se habla de dinosaurios, de por qué los teclados de los ordenadores tienen las letras distribuidas de manera absurda e ineficaz, del orgasmo femenino y los errores de Freud, de las maravillas del ornitorrinco, del viaje censurado de Gulliver... Desde luego que Gould pretende entretenernos, pero lo que le importa, sobre todo, es familiarizarnos con la realidad de la ciencia y mostrarnos cuánto importa su conocimiento para nuestras vidas.


En este libro, Stephen Jay Gould, se enfrenta al viejo dilema que han tenido que afrontar los intelectuales desde el Renacimiento para proponernos que, en vez de seguir escogiendo entre ciencia y religión, optemos por un punto medio que reconozca la dignidad de ambos mundos. Es decir, que la ciencia defina el mundo natural y la religión, y que ambas puedan cohabitar respetuosamente. Para sustentar su propuesta, el autor se sumerge en la historia de la ciencia y asedia las figuras de científicos y líderes morales que, a lo largo de los tiempos tuvieron que enfrentarse a dilemas de fe y razón. Galileo o Darwin ejemplifican el argumento del autor de que los individuos y las culturas deben cultivar tanto la vida espiritual como una constante interrogación racional para experimentar plenamente las potencialidades de la condición humana.
Stephen Jay Gould, el más famoso de los científicos naturales de nuestro tiempo, nos ha enseñado a entender la ciencia y a comprender el mundo con agudeza y buen humor. Todos sus libros son piezas esenciales del bagaje cultural que necesitamos. En este libro nos muestra el poder explicativo de la teoría evolutiva a partir de singularidades aparentemente misteriosas e intrigantes: «¿Por qué ningún gran animal se desplaza sobre ruedas? ¿Cómo puede inducirse a las gallinas a que desarrollen dientes, cuando hace más de cincuenta millones de años que no se han formado en ninguna ave? ¿Por qué coincidió la desaparición de los dinosaurios con la extinción de gran parte de los invertebrados marinos? Las cebras, ¿Son blancas con franjas negras, o negras con franjas blancas?»
Como en La vida maravillosa o en «Brontosaurus» y la nalga del ministro, S. J. Gould despliega en este libro las maravillas de la naturaleza y fija nuestra atención sobre algunas cuestiones enigmáticas: ¿qué nos dicen el extraño pulgar del panda, las migraciones de las tortugas marinas y la diversidad de los «peces pescadores» acerca de las imperfecciones que hacen de la naturaleza «una magnífica chapucera y no un divino artífice»? ¿Qué prejuicios racistas se esconden tras el término «mongolismo», acuñado por Down? ¿Cabríamos dentro de la célula de una esponja? Pero S. J. Gould no nos desvela el secreto de estas y otras muchas cuestiones sólo para entretener nuestro ocio, sino que utiliza estas fascinantes curiosidades para ilustrarnos acerca de la teoría de la evolución -«las rarezas de la naturaleza nos permiten poner a prueba las teorías sobre la historia de la vida y su significado»- y para mostrarnos que del conocimiento de la naturaleza podemos deducir «mensajes para nuestras vidas» y una mejor comprensión de las paradojas de la condición humana.
El descubrimiento del -tiempo profundo- en geología (o, mejor dicho, su aceptación prácticamente general como algo incuestionable) es relativamente reciente. Hasta prácticamente finales del siglo pasado se hallaba ampliamente extendida la idea -originada a partir de una interpretación excesivamente literal e ingenua de la Biblia- de que el hombre apareció en la Tierra hace menos de cinco mil años, y sólo las pruebas irrefutables proporcionadas por la geología, la antropología, y la biología modernas, han hecho que tal idea haya sido (casi) universalmente abandonada. En La flecha del tiempo se analizan detalladamente las teorías más relevantes en la polémica sobre el tiempo profundo en geología y en el debate acerca de su naturaleza lineal o cíclica. Stephen Jay Gould utiliza sus extensos conocimientos de geología y antropología, así como su amplia información en la historia de estas disciplinas, para presentarnos un documentado estudio sobre los avatares de la idea de tiempo geológico profundo y del desarrollo del concepto del tiempo geológico progresivo frente al concepto rival de ciclos temporales geológicos, llevando a cabo un minucioso análisis de la obra de los personajes más importantes en esta controversia, en particular de la concepción cíclica de Charles Lyell.
Este libro trata de contestar desde el punto de vista de la ciencia las preguntas de «qué significa nuestra vida, por qué estamos aquí y de dónde venimos», nos dice el autor. Su objeto central es la historia de la vida y su punto de partida los fósiles encontrados en 1909 en Burgess Shale: unos fósiles que databan de hace 530 millones de años, mostraban infinitas variedades biológicas y sobrepasaban, con mucho, a los dinosaurios en su potencial instructivo sobre la historia de la vida. A partir del estudio de estos fósiles, Stephen Jay Gould llegó a unas conclusiones que echaron por tierra la visión tradicional de la evolución como un proceso inevitable que, de lo más simple a lo más complejo, culminaba en el hombre. A las leyes de la naturaleza y de la historia, que explican la evolución de los seres vivos y la muestran como un progreso continuo, Gould añadió el azar y la contingencia y revolucionó, con esta obra trascendental, las ideas admitidas sobre la historia de nuestra maravillosa vida.
La relación entre la evolución del individuo y la evolución de las especies constituyó el gran debate de la biología evolutiva. «La ontogenia recapitula la filogenia», fue la respuesta equivocada de Haeckel a la pregunta más desconcertante de la biología del siglo XIX: ¿cuál es la relación entre el desarrollo individual (ontogenia) y la evolución de las especies y linajes (filogenia)? Stephen Jay Gould documenta en este libro, el más extenso sobre el tema en los últimos cincuenta años, la historia de la teoría de la recapitulación desde su primera aparición entre los presocráticos hasta su caída en el siglo XX, cuando el avance de la genética mendeliana la hizo insostenible. Gould analiza la recapitulación como una idea que intrigó a políticos, teólogos y, por supuesto, a científicos durante décadas. Para el autor, la hipótesis de Haeckel, que afirmaba que los fetos humanos son, literalmente, peces diminutos cuyas aberturas branquiales son réplicas exactas del sistema respiratorio de sus ancestros acuáticos, tuvo una influencia que se extendió más allá de la biología y llegó a los ámbitos de la educación, la criminología y el psicoanálisis (Freud y Jung fueron devotos de estas teorías). En este libro, Gould demuestra que, a pesar de que el paralelismo entre la ontogenia y filogenia ha caído en descrédito, el tema sigue provocando uno de los grandes debates de la biología evolutiva.
Un nuevo volumen de reflexiones sobre la historia natural que van desde el debate acerca de si el milenio comienza el año 2000 o el año 2001 hasta el Frankenstein de Mary Shelley (y los del cine), pasando por un libro olvidado de Edgar Allan Poe (que, sin embargo, fue el mayor éxito de su vida), por la simetría siniestra de los caracoles, por clones y setas gigantes, por el mito de la Tierra plana, por los fundamentos científicos del exterminio de los judíos, por Linneo y la vida amorosa de las plantas y, naturalmente, por los dinosaurios. Una explosión de insospechadas conexiones entre teorías científicas, anécdotas históricas y curiosidades de todo género destinadas a fascinar al lector de este nuevo libro de reflexiones, que tal vez resulte ser el más divertido de cuantos ha escrito hasta hoy el autor.



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