1/20/25

Luchas Generacionales: El Eterno Juego de la Superioridad Descalificada

 

Por: C. C.

Desde el principio de los tiempos, las generaciones se han mirado unas a otras como jueces implacables, cada una reclamando un pedestal de superioridad moral, ética y cultural. Es un ciclo inmutable de arrogancia y desdén, donde los mayores se aferran al pasado como si fuera una reliquia dorada, y los jóvenes desprecian ese mismo pasado como una reliquia oxidada que ya no tiene cabida en su mundo “moderno”. Pero no nos equivoquemos: esta pugna no es más que un teatro absurdo donde todos pretenden ser protagonistas, sin darse cuenta de que solo son actores secundarios de una obra que se repite en bucle desde que el primer humano decidió que sabía más que su predecesor.

Los Mayores: Los Nostálgicos del Paraíso Perdido

“En mis tiempos, todo era mejor.” ¡Claro que sí, abuelito! En tus tiempos, tal vez las calles eran más seguras, pero las mentes eran prisiones. En tus tiempos, quizás los valores eran más “firmes”, pero la opresión era un deporte nacional. Cada generación mayor se empecina en idealizar un pasado que, si miramos con lupa, estaba plagado de desigualdad, ignorancia y represión. No es que hayan sido malos por naturaleza; simplemente eran prisioneros de su tiempo, igual que nosotros lo somos del nuestro. Sin embargo, ¿qué hacen? Criticar con un dedo acusador desde su trono de hipocresía, como si ellos no hubieran sido jóvenes en algún momento, como si nunca hubieran desafiado a sus propios padres, como si fueran inmunes al ciclo de la vida.

Los mayores siempre ven a los jóvenes como “perdidos”, “flojos” y “desconectados”. Claro, porque no tenemos el lujo de trabajar 40 años en una misma empresa para luego jubilarse con un sueldo digno. Porque ya no vivimos en un mundo donde se podía comprar una casa con el sueldo de un mes. Pero eso no importa; lo importante es que ellos “hicieron todo bien” y nosotros estamos arruinándolo. Es fascinante cómo olvidan convenientemente que ellos fueron los arquitectos del desastre que ahora critican. Crisis climática, desigualdad, corrupción: todo eso no cayó del cielo; fue legado de su gloriosa época dorada.

Los Jóvenes: Los Redentores de la Modernidad

Por otro lado, tenemos a las generaciones jóvenes, esas que se jactan de ser las más progresistas, inclusivas y despiertas de la historia. “Nosotros somos el cambio”, proclaman desde sus redes sociales, mientras cancelan a alguien por un tuit de hace diez años y usan camisetas de algodón orgánico fabricadas por niños explotados en Asia. La contradicción es su bandera, pero no lo aceptan. Desprecian a las generaciones anteriores porque “no entendían nada”, porque eran “retrógrados”, porque “no tenían conciencia social”. ¿Y ellos? Se ahogan en una superficialidad disfrazada de revolución.

Los jóvenes son maestros en criticar lo viejo sin construir nada nuevo. Exigen un mundo mejor, pero rara vez están dispuestos a ensuciarse las manos para crearlo. Hablan de justicia social desde sus iPhones, fabricados por trabajadores mal pagados en condiciones deplorables. Luchan por el medio ambiente mientras compran toneladas de ropa barata que terminará en vertederos en cuestión de meses. La incoherencia es la nueva moda, pero no importa, porque tienen algo que las generaciones mayores no: el algoritmo de TikTok para validar sus opiniones.

El Choque Infinito: ¿Quién Tiene la Razón?

Esta guerra entre generaciones no es más que un espectáculo patético de egos. Los mayores se aferran al pasado porque es lo único que les queda, mientras los jóvenes desprecian ese pasado porque no lo entienden. Cada uno se siente moralmente superior al otro, y en ese proceso, ambos pierden de vista la realidad: todos estamos atrapados en el mismo barco, navegando hacia un futuro incierto mientras discutimos sobre quién tiene el timón.

Los mayores critican a los jóvenes por no respetar las tradiciones, pero olvidan que esas tradiciones fueron inventadas por alguien más joven que ellos en algún momento. Los jóvenes desprecian a los mayores por ser “antiguos”, pero no ven que, algún día, ellos serán los viejos ridículos que criticarán las nuevas tecnologías y los nuevos valores. Es un ciclo interminable de ignorancia compartida.

¿Y Si Nadie Tiene Razón?

Aquí está la cruda verdad: ninguna generación es mejor que otra. Todas están plagadas de errores, contradicciones y arrogancia. Los mayores no son sabios infalibles, y los jóvenes no son revolucionarios perfectos. Todos somos productos de nuestras circunstancias, víctimas de un sistema que nos enfrenta para mantenernos distraídos de los verdaderos problemas.

Quizás sea hora de dejar de competir por quién tiene la razón y empezar a trabajar juntos para construir algo mejor. Pero eso sería demasiado lógico, ¿no? Es mucho más fácil seguir señalando con el dedo, aferrándonos a nuestras ilusiones de superioridad mientras el mundo sigue girando, indiferente a nuestras pequeñas luchas.

Al final, las luchas generacionales no son más que una forma de evitar mirar hacia dentro y confrontar nuestras propias fallas. Porque admitir que no somos mejores que los que vinieron antes ni que los que vendrán después es demasiado aterrador. Es más fácil vivir en la fantasía de que nuestra generación es la única que tiene la respuesta, aunque la realidad nos demuestre lo contrario una y otra vez.

 

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