"Canción de la Vida"
En la danza del albor,
llegamos, viajeros sin carga,
a un mundo de luces y
sombras, caminantes en el tiempo.
Desnudos de posesiones,
ricos en posibilidades,
cada paso, una huella en la
arena del ser.
En el juego del existir,
reímos bajo el cielo abierto,
jugamos en prados de
esperanza, lloramos ríos de aprendizaje.
Cada lágrima, una perla de
sabiduría;
cada risa, una nota en la
sinfonía del alma.
Maestros y alumnos, en el
aula del mundo,
enseñamos con gestos,
aprendemos con el corazón.
En el espejo del otro, nos
vemos reflejados,
amándonos, extendemos
puentes entre islas solitarias.
Imperfectos, sí, pero
vibrantes en nuestra esencia,
la felicidad, una brújula
interna, guiando cada paso.
No una meta, sino un camino
florido,
en el jardín de lo efímero,
el amor es el fruto más dulce.
La vida, generosa en sus
giros y vueltas,
nos invita a renacer, en
cada amanecer, una promesa.
Sonrisas como estrellas,
guiando el camino,
en el festín de los días,
cada instante, un regalo sagrado.
Así, cuando el crepúsculo de
nuestra jornada nos alcance,
partiremos, ligeros, dejando
atrás solo ecos de alegría.
Nuestra esencia, un susurro
en el viento del tiempo,
en el recuerdo, vivimos,
faros de amor y felicidad.
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